[Życie i Przyjaciele]


Gdánsk, 5 de octubre, equinoccio de la pluscuammodernidad—05:59
Un salón más o menos pequeño, a la derecha un holograma magenta.
La filarmónica polaca trabajando. Los violines suenan como un en-
jambre de chaquetas amarillas. A la izquierda un holograma cian.
Entramos. La orquesta, regia. Clarinete, violín, contrabajo y acordeón.
Más o menos esto iba en fingir antes que admitir el desconocimiento
del baile. Dos cuartos, los cuerpos. Paso, cierra, paso, salto. Paso, cierra,
paso, salto. Lado a lado. Atrás, adelante. Uno, dos. Wislawa baila con
Zbigniew. Un zoom: Princesa Roja mira con atención. Y predilección.
El problema es la nostalgia que sobreviene. Un clona de mañana, boom.
Más o menos esto iba en fingir con una máscara, de vanguardia, de tira.
O la lucidez. Fuimos. Allá arriba en un pequeño Olimpo. Bailamos.
Toda la noche. El baile de las piedras. A veces, el machitún
en las noches de Varsovia. A ratos, asombroso y pegado a
los pensamientos de Zbigniew. Wislawa en el karaoke volqueteándose,
de súbito, su voz, su cañón como signo pare. Palabra para que abra
la puerta de una pregunta a quemarropa. Polca. Canta con el intestino.
Princesa Roja, procesando el mundo, se mojaba los labios y tomaba
el micrófono otra vez. Al mar, otra vez. Gdánsk, apunten, fuego.
Pensé que se ahogaba embelleciéndose. Con su saliva podía suspender
el tiempo. O con alcohol moriría una pasión medio efímera medio estúpida.
Trance. Por Polonia, no queremos seguir décadas escupidos como
esmeraldas y rubíes. Tenemos la mandíbula un poco telúrica. Tirita un poco.
No queremos entrar al corazón de la tempestad. Pesa esta joroba
que no se sabe con certeza por qué está encima. Para qué seguir
preguntándolo. No hay certeza de cosa alguna en esta vuelta de rueda.
El peligro es un agente de respuestas fáciles. Envueltos en alambrepuás
zona de peligro, de sacrificio, Princesa Roja estropea su pensamiento.
Bebe un trago de vino. Hay un close-up a su mirada. En medio de
una carretera que une Varsovia y Gdánsk cuya exhibición se anima
en plasticina. Zbigniew trata de hablar dos textos separados,
en forma simultánea. El primero, fuerte y hondo. El otro en
lengua de señas. La música sigue sonando. Wislawa hace ideas
sobre la pared. Una secuencia de siluetas de biografía y epítomes
poseídos por acciones que no tienen lugar todavía. En un rectángulo
de hielo, Princesa Roja evalúa sus emociones. Pasa entre estalactitas.
Se piensa en un espejo. Se sonríe a sí misma. Su cara se interrumpe
con una pantalla de error, en la versión de Windows. La tonalidad
del fondo depende del collage por donde desemboca otra iglesia.
Por otra parte, me voy derramando entre un farol a media catedral
y cuadernos que sentencian “nada no sucedió”. Por bello que sea
no vale lo que Polonia, ¡si no hubiera Polonia no habría polacos!
Polonia ahora está en las órbitas de los asteroides de Saturno.
Allá los polacos aún bailan fumando sus junglas eléctricas.

(la fotografía specular, el autor del disparo es Tilo Nurmi)

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