El hábitat del lenguaje: un manifiesto ecopoético


por James Engelhardt

La ecopoesía es conexión.

Es una forma de involucrar al mundo por y mediante el lenguaje. Este tipo de poesía podrá desconfiar del lenguaje, pero, en su esencia, sostiene que el lenguaje es una habilidad evolucionada que proviene de nuestros cuerpos, que está cerca del núcleo de lo que somos en el mundo. La ecopoesía podrá tomar prestadas estrategias y enfoques del posmodernismo y sus vástagos -dependiendo del poeta y sus intereses-, aunque el espacio ecopoético no es un espacio posmoderno. Un ecopoema podrá operar con retrasos, pero la obra conducirá futuras conexiones.

La ecopoesía comparte un espacio con la ciencia. Una de las preocupaciones de la ecopoesía es la naturaleza no humana (comparte esta preocupación con el aparato crítico que toma prestado, la ecocrítica). De suerte que esa inquietud es compartida con la mayor parte de la historia de la poesía del mundo: ¿Cómo podemos conectarnos con la naturaleza no humana que parece ser mucho más, mucho más grande que nosotros? ¿Cómo podríamos entenderlo? Una forma es elogiar a la naturaleza de manera poco realista. Otra es, celebrar el control humano de la naturaleza. La ecopoesía, sin embargo, supera las tradiciones de lo pastoral o lo geórgico; como en la ciencia, la naturaleza es neutral y solo puede ser alcanzada con el entendimiento de que la naturaleza no humana siempre será no humana. Esta es profundamente un Otro y nos confronta con lo que significa ser humanos. Como poetas, podemos aproximarnos y explorar la naturaleza no humana, pero la conexión siempre es en marcha atrás. La ciencia, sin embargo, permite al poeta nombrar las cosas con cuidado. Y mira a la mente que hace y lee poemas y dirige al poeta hacia estrategias compositivas, estructurales y estéticas.

Cierta ecopoesía tiene interés en involucrar a la naturaleza como un espacio espiritual, pese a que no vivimos en espíritus, sino en cuerpos. Solo podemos hablar desde una conexión corporal con el mundo. El cuerpo es también un espacio genético, y eso significa que la familia es una preocupación natural de la ecopoesía. La familia que nos precedió, la familia que nos rodea, la familia que creamos y la que nos sobrevivirá. Las familias forman cultura, nos conectan con ésta; son donde comienza la cultura. Las familias salen de las historias y de los lugares. Por lo mismo, un ecopoema familiar exitoso debe mirar más allá de las preocupaciones inmediatas y limitadas de la familia nuclear.

El ecopoema debe conectarse con la cultura y la sociedad que habita. En caso que te preguntes, ¿cómo no puede? Cuando se piensa en una ecología, es fácil pasar por alto incluso los aspectos más importantes del sistema. La cultura es un producto de la evolución; es un producto de la naturaleza no humana, aunque lo reconocemos como nuestro, como un producto humano. El ecopoema debe hacer frente a esta paradoja; debe enchufarse aquí. Cultura. Naturaleza no humana. Es alrededor de estas diferencias indisolubles que la ecopoesía busca fases de transición, ecotonos, límites en cambio que producen lenguaje, perspicacia y lucha. Aunque, con razón, estas diferencias no son diferencias en lo absoluto. Somos seres de la naturaleza construyendo ciudades como las abejas construyen colmenas con tanta naturalidad. Sin embargo, a diferencia de las abejas, somos conscientes de las colmenas que construimos, por qué las construimos, cómo se conectan, intelectualmente, con otras colmenas, con otras personas. También a diferencia de la abeja, cuando miramos a otras criaturas, entendemos que no podemos conocerlas. Por ello las diferencias vuelven a rodearnos y la búsqueda de la poesía comienza nuevamente.

El ecopoema está conectado con el mundo, y esto acarrea responsabilidad. Al igual que otros modelos poéticos que asumen una conexión y compromiso (feminismo, marxismo, testimonio, etc.), la ecopoesía está rodeada de asuntos éticos. ¿Debería el ecopoema hacer algo en el mundo? Pero, ¿cómo se puede decir que un poema logra algo? ¿O es esa posición solo de una poética que reconoce solo la estética? ¿Existe una retórica para la ecopoesía? ¿Puede el ecopoema ser convincente como objeto y como llamado político? ¿Es estable el significado de la naturaleza no humana? ¿Tiene, puede tener algún significado? Estas son preguntas que permanecen abiertas, que la comunidad de ecopoetas debe rastrear, investigar y volver a pensar una y otra vez.

Por último, el ecopoema debe conectarse con la capacidad humana de jugar. Más aún que como nuestros primos animales, somos criaturas que juegan. Las ecopoemas deben permitir nuestra gama de completa alegría y experimentación mientras intentamos conectarnos con nuestro mundo y con las otras criaturas aquí junto a nosotros. El juego permite una coevolución interdependiente que explora lo contingente dentro de la conexión, que permite que la mente deambule sin límites. El juego revela conexiones profundas.

Incluso cuando tratamos de comprender y dar sentido a un mundo que finalmente nos evadirá, al decidir qué responsabilidad debemos ejercer, a medida que trabajamos para incorporar la cultura y la ciencia a nuestro trabajo, los ecopoetas deben recordar a nuestros cuerpos, a nuestras familias y empujar el alcance de nuestro idioma.

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