Poemas de la cárcel


por Bob Kaufman

I
Estoy sentado en una celda con vista hacia barrotes perversos
esperando que el trueno me disuelva en mil pedazos.
No es suficiente estar en una jaula consigo mismo.
Quiero sentarme frente a cada prisionero, en cada hueco.
Las puertas vienen y golpean. Cada portazo: un fin, ¡bang!
El yonqui desapareció en un estruendo rojo; drogándose, fuera
de su infierno.
El borracho hediondo se enorgullece porque ha dejado de fumar,
ha dejado huellas dactilares sobre lápidas nigérrimas y entintadas.
Estrépitos de dolor filtrándose a través de paredes de acero
rompiéndose.
Alcanzan mis heridas. Me hago parte de alguien más para siempre.
El acento salvaje de los criminales me es más dulce que el
murmullo de los policías
ocupados en cerrar las escotillas de estas almas; carga
destinada a puertos de acusaciones, muelles de culpa.
¿Qué comen los policías, mi viejo y aún preso Sócrates?

II
Pintor, píntame una cárcel disparatada, una celda demente a color.
Poeta, ¿qué edad tiene el sufrimiento? Escríbelo sobre plomo amarillo.
Dios, hazme un cielo en mi techo de vidrio. Hoy necesito estrellas
para guiarme en esta atmósfera de gritos e infiernos privados,
entradas y salidas, adentro- afuera- arriba- abajo, el vaivén ciudadano.
Yo—aquí—ahora—óiganme—aquí—ahora—siempre aquí de
alguna manera.

III
En un universo de celdas, ¿quién no está preso? Los carceleros.
En un mundo de hospitales, ¿quién no está enfermo? Los médicos.
Una sardina dorada está nadando en mi cabeza.
Ah, sabemos algunas cosas, hombre, sobre algunas cosas
como el jazz, las cárceles y Dios.
El sábado es un buen día para ir a la cárcel.

IV
Ahora nos dan un nuevo formulario, tembloroso como gelatina,
que demuestra que cualquier muchacho puede ser presidente de
Muscatel.
Le odian porque es uno de Ellos.
Desnudez no planeada, salpicada de gris.
Los dedos pestilentes aferrados al water. El Sr. Estados Unidos se
quiere bañar.
¡Mira! En el piso, acostado sobre el rostro de los Estados Unidos,
una estrella de cine que ha actuado en un millón de noticieros.
¿Qué estoy haciendo? ¿Siento compasión?
Cuando él salga de aquí, me ayudará a matarme.
Probablemente odia a los beatniks.

Tuercas y pernos resonando en su estómago, revueltos.
Su sociedad se ha hecho pedazos en su barriga, hinchada.
Mira el gran molino estadounidense, inclinándose hacia dentro.
Valores buenos y sólidos, como los que emborracharon a los
Estados Unidos.
El éxito escrito en todo su culo rayado por las calles.
El éxito exitoso, cuarenta jonrones en un solo inning.
Deja de sufrir, Jack, no nos puedes engañar. Lo sabemos.
Este es el país más grande en el mundo, ¿o no?
No lo logró. Está borracho en la Celda número tres.

VI
Han pasado demasiados años en este breve lapso de mi vida.
Mi alma reclama una caverna propia, como el dios del jainismo.
Aún debo lograr que todo siga, rudo como el jazz, alumbrando
en esta oscura selva de plástico, tierra de noches largas y frías.
Mi ombligo es un botón que aprieto cuando quiero salir de mí.
¿Soy algo más que una masa de entrañas y tejidos hirsutos?
¿Debo romperme los huesos? ¿Beber mi sangre, diluida en vino?
¿Debería drenar tristezas viejas de mi pecho? Otra vez, no.
Esas bolas de fuego antiguas, engullidas con ardor, déjenlas ahí.
Déjenme escupir bocanadas de introspección, pedazos de mí.
Así, cuando me vaya seguiré estando en el aire.

VII
Alguien que soy no es nadie.
Algo que he hecho no es nada.
Algún lugar donde he estado no está en ninguna parte.
No soy yo, ¿a qué respuestas
debo buscar preguntas?
Para todas estas calles extrañas
debo encontrar ciudades.
Gracias a Dios por los beatniks.

VIII
Toda la noche, el hedor de cuerpos podridos.
La peste que proviene de hogueras de hombres vivos
llena mi nariz de una repugnancia gaseosa
ahoga en lágrimas mis ojos expuestos.

IX
Un vendedor ambulante de Dios, reventándome el tímpano
con la parte más aburrida de un libro bueno y sensual
impaciente por el lunes y las calculadoras.

Perros de ojos amarillos silbando al anochecer.

XI
El bebé vino hoy a la cárcel.

XII
Un día más al infierno, lleno de glándulas que flotan.

XIII
La cárcel, un cubo de metal enorme y hueco
colgando de la luna por una cadena de plata.
Algún día Johnny Appleseed vendrá a cortarla.

XIV
Un día Adolf Hitler no tenía nada que hacer.
Todos los judíos fueron quemados, los artistas destruidos.
Adolf Hitler estaba muy aburrido, incluso con Eva.
Entonces, se mudó a San Francisco y se convirtió en un policía
cualquiera, y se dedicó al exterminio de los Beatniks.

XV
Tres largos hilos de luz
trenzados en un rayo.

XVI
Soy aprensivo en cuanto a mi futuro.
Mi pasado me ha dado la espalda.

XVII
Veo sombras formándose en la pared,
imágenes de deseos que habían sido protegidos de mis ojos.

XVIII
Después de pasar toda la noche construyendo un sueño,
vino la mañana y me cegó con su luz.
Ahora busco, entre montañas de cáscaras de huevos aplastadas,
el maldito sueño que nunca quise.

XIX
Sentado aquí escribo cosas en el papel,
en lugar de clavar mi lápiz en el aire.

XX
La Batalla de los Fracasos Monumentales continúa.
Ambos bandos anhelan una derrota limpia.

XXI
Ahora veo la noche, aplastando silenciosamente el día.

XXII
Atrapado en las imaginarias redes de la conciencia,
lloro por mis actos, aunque continúo creyendo.

XXIII
Deberían construir las ciudades en un solo lado de la calle.

XXIV
Las personas que no emiten sombra
nunca mueren de pecas.

XXV
El fin siempre llega de último.

XXVI
Nos sentamos en una mesa de rincón
devorándonos el uno al otro, palabra por palabra
hasta que no quedó nada, sino esqueletos repulsivos.

XXVII
Estoy sentado escribiendo, sin atreverme a parar
por miedo a ver qué hay afuera de mi cabeza.

XXVIII
Listo, Jesús, ¿viste que no dolió ni un poco o sí?

XXIX
Temo seguir a mi propia carne hasta esas camas
femeninas angostas anchas rígidas blandas, pese a que lo hago.

XXX
Eslabón por eslabón, forjamos la cadena.
Luego, al descubrirla alrededor de nuestros cuellos,
nos espantamos.

XXXI
Nunca he visto una rebanada de pan poética y salvaje,
pero si la viera, me la comería con corteza y todo.

XXXII
¿Desde hace cuántos años que vienen los bebés?

XXXIII
Universalidad, dualidad, totalidad: uno.

XXXIV
El deficiente que masculla en el suelo
alguna vez fue un hombre que gritaba sobre las mesas.

XXXV
Ven, ayúdame a aplanar una gota de lluvia.

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